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Channel: - EL IDÍLICO EXISTENCIALISTA - » tragos
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Entre buenos amigos.

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J-BAR-fight

Yo no pido nada a nadie que no tenga sus dos manos,
dispuestas a abrirse tan grandes como la razón de mis
cantos. Yo no le doy nada a alguien que piense que
me regalo, o que el valor del trabajo no se mide como
párrafos. Si vendo mis versos gano, sino los guardo en
poemarios; y me evito así los daños malpensados…

¡Y no voy nunca al combate si no estoy bien preparado!

No entiendo nunca de bandos que obren por separado,
no me apego a los premiados y no adulo con halagos,
no me perturba el dinero y a fin de mes nunca tengo,
pero si busco a tenerlo me convenzo. Me aseguro el no
robarlo y el merecerme lo que obtengo. Yo soy todo un
caballero ecléctico, que reivindica sus preceptos serios.

Ayer me dijeron esto; ¡y he respondido comprendo!

Que más te vale el bien serlo, si no siendo casi nunca
se es sincero. Te comprendo compañero, le respondí
conociendo sus secretos. Adivinando sus días muertos
en pasarelas con filo, tubos de laboratorio, alas sobre
precipicios con hondos fondos vacios. Hierbas, cristales,
ladrillos; y ceniceros antiguos, llenos de cigarrillos fríos.

Pide otro trago y yo lo pongo, con una seña me dijo.

Que el segundo sabrá a litros por tantos años perdidos,
pues la amistad de los amigos sabe a los más caros
vinos, a los licores más finos y a los sueños con las hadas
bohemias del paraíso, porque en el infierno nadie pide
un angelito de marido. Cuando el amor al recuerdo llora
en serio,  desdichados los domingos vagan ebrios…

¡Como los amigos viejos siempre han hecho!

Dos tragos más, la boca, el cielo, la tierra y muertos
que algún día nos conocieron. Las guitarras que
trajeron los rancheros, el sermón del buenas noches
y hasta luego. La distancia que se esconde tras el
viento, las respuestas que al teléfono dan credo, los
caminos que se pierden pendencieros, sin quererlo.

La vejes, la intimidad, el cuento, el juego. Las sonrisas,
la lealtad, la mano ardiendo; a quien piense que al
robar se mata el sello, que recuerde que al llegar llama
el cartero. Yo no pido nada a nadie y no comprendo,
que la sombra y la maldad pongan con huevos. Y al
final siempre nos queda aquel momento, para luego.

Hierbas, cristales, ladrillos; y ceniceros antiguos, llenos
de cigarrillos fríos. Cuando el amor al recuerdo llora en
serio, desdichados los domingos vagan ebrios, por el
infinito del litro aparecido. Así me dijo un amigo bueno
la última vez que nos vimos un día lindo, entre bodega y
meceros; y ardiendo en fuego el cerebro y la garganta.

Y las guitarras que trajeron los rancheros, entre copas
e ilusión fueron rasgadas, como al final siempre pasa.

Picture Google Image.


Archivado en: Poemas existenciales

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